Traductor

miércoles, 1 de junio de 2011

El Clima del próximo siglo

Seguimos con los trabajos sobre el clima que han estado desarrollando nuestros/as chicos/as, en esta ocasión, se trata el tema del clima mundial y los trabajos han sido elaborados por José Manuel, Antonio y Esteban. Aquí os dejamos el resultado.

La glaciación.

Una glaciación, o edad de hielo, es un periodo de larga duración en el cual baja la temperatura global del clima de la Tierra, dando como resultado una expansión del hielo continental de los casquetes polares y los glaciares. Las glaciaciones se subdividen en periodos glaciales, siendo el wisconsiense el último que hubo en la edad de hielo actual.

De acuerdo a la definición dada por la Glaciología, el término glaciación se refiere a un periodo con casquetes glaciares tanto al hemisferio norte como el sur; según esta definición, aún nos encontramos en una glaciación porque todavía hay casquetes polares en Groenlandia y la Antártida.Los casquetes polares se expanden durante las glaciaciones. Esta imagen es del casquete antártico.

Más coloquialmente, cuando se habla de los últimos millones de años, se utiliza «glaciación» para referirse a periodos más fríos con extensos casquetes glaciares en Norteamérica y Eurasia: según esta definición, la glaciación más reciente acabó hace 10.000 años. Este artículo usará el término glaciación en el primer sentido, el glaciológico; el término glaciales por los periodos más fríos de las glaciaciones; e interglaciares para los periodos más cálidos.

Historia de la glaciación.

La idea de que en el pasado los glaciares fueron más extensos era saber popular en algunas regiones alpinas de Europa: Imbrie y Imbrie (1979) recogen el testimonio de un leñador que explicó a Jean de Charpentier la antigua extensión del glaciar suizo del Grimselpass. La teoría no fue postulada por una única persona.

En 1821, un ingeniero suizo, Ignaz Venetz, presentó un artículo en el que sugería la presencia de rasgos de paisaje glaciar a distancias considerables de los glaciares existentes en los Alpes; esto era indicativo de que los glaciares fueron mayores en el pasado y que ocuparon posiciones valle abajo.

Entre 1825 y 1833, Charpentier reunió pruebas para apoyar esta idea. En 1836, Charpentier y Venetz convencieron a Louis Agassiz de su teoría, y Agassiz la publicó en su libro Étude sur las glaciers ("Estudio sobre los glaciares"). Según Macdougall, Charpentier y Venetz rechazaron las ideas de Agassiz, quien había ampliado el trabajo de éstos, afirmando que la mayoría de los continentes habían estado cubiertos de hielo en tiempos remotos.

Agassiz presentó como prueba de la teoría glaciar un ejemplo clásico del uniformitarismo. Es decir, puesto que las estructuras observadas no podían ser explicadas de un modo ajeno a la actividad glaciar, los investigadores reconstruyeron la extensión de los glaciares en el pasado, ahora desaparecidos, en función de la presencia de características propias de zonas sometidas a la acción de los glaciares fuera de la situación actual de éstos.

En la época de Agassiz, lo que se estudiaba eran los periodos glaciales de los últimos centenares de miles de años, durante la glaciación actual. Todavía no se sospechaba la existencia de antiguas edades glaciales. No obstante, a principios del siglo XX se estableció que la orografía terrestre mostraba características sólo explicables por la sucesión de varios eventos glaciales; de hecho, se dividió el periodo glacial cuaternario para Europa y Norteamérica en cuatro elementos, basados fundamentalmente en los depósitos glaciales (en orden de aparición, Nebrasquiense, Kansaniense, Illinoiense y Wisconsiense). Estas divisiones tradicionales fueron sustituidas a finales de siglo cuando los sondeos de sedimentos del fondo marino revelaron ser un registro mucho más completo sobre el clima del periodo glacial cuaternario.

Fenómeno "El niño"

El Niño es un fenómeno climático, erráticamente cíclico (Strahler habla de ciclos entre tres y ocho años ), que consiste en un cambio en los patrones de movimiento de las corrientes marinas en la zona intertropical provocando, en consecuencia, una superposición de aguas cálidas procedentes de la zona del hemisferio norte inmediatamente al norte del ecuador sobre las aguas de emersión muy frías que caracterizan la corriente de Humboldt; esta situación provoca estragos a escala mundial debido a las intensas lluvias, afectando principalmente a América del Sur, tanto en las costas atlánticas como en las del Pacífico.

El nombre del "El Niño" se debe a pescadores del puerto de Paita al norte de Perú que observaron que las aguas del sistema de corrientes del pacífico oriental o corriente de Humboldt, que corre desde la Antártica por el sur hasta el norte frente a las costas de Chile y Perú, se calentaban en la época de las fiestas navideñas y los cardúmenes o bancos de peces huían hacia el sur, debido a una corriente caliente procedente del golfo de Guayaquil (Ecuador). A este fenómeno le dieron el nombre de Corriente de El Niño, por su asociación con la época de la Navidad y el Niño Jesús.

El nombre científico del fenómeno es Oscilación del Sur El Niño (El Niño-Southern Oscillation, ENSO, por sus siglas en inglés). Es un fenómeno explicado por el movimiento de rotación terrestre.

Historia de El Niño

Los científicos establecen y clasifican la existencia de por lo menos cuatro corrientes en el Océano Pacífico; la 1 y la 2, que afectan a Sudamérica; la 3, que impacta en México y los Estados Unidos, y la 4, que azota a varios países del continente asiático.

No se tiene informes precisos sobre la primera aparición del fenómeno, sin embargo se cree que sus primeros efectos se sintieron en diciembre de 1963, cuando en las costas de California cayeron lluvias que marcaron hasta 265 milímetros, consideradas como extraordinarias.

Fue hasta 1978 cuando la corriente de El Niño empezó a ser estudiada por los científicos. Coincidentemente, el fenómeno se registró durante la semana de Navidad, de ahí que los meteorólogos lo hayan bautizado así en referencia al nacimiento del Niño Jesús.

Cuando El Niño se presenta, ya sabemos, las condiciones habituales de las zonas del Pacífico se alteran. Los vientos alisios del este desaparecen o incluso invierten su sentido. La variación de la presión atmosférica aumenta con los suaves cambios de la temperatura de la superficie del agua.

El agua cálida del Pacífico oeste (Australia) fluye hacia el este y las temperaturas de la superficie aumentan a la altura de la costa occidental de Sudamérica. Cuando esto ocurre, el tiempo atmosférico, generalmente húmedo del Pacífico oeste, se desplaza hacia el este y las condiciones meteorológicas de carácter seco —comunes en el este— se producen en el oeste, lo cual provoca fuertes lluvias en Sudamérica y puede, a la vez, motivar sequías en el sureste asiático, India y África del sur.Además, genera cambios meteorológicos en extensas regiones de América del Norte. Situación que se hizo aún más complicada con las alteraciones atmosféricas desencadenadas desde 1982, cuando sucedió la erupción del volcán mexicano Chichón, debido a que se habría prolongado el movimiento de la corriente hacia el sur.

Este Niño, nada bondadoso, causa lluvias torrenciales en Chile, Perú, Ecuador y el Golfo de México, y sequías en Colombia, Venezuela y el Asia Pacífico; provocando, en general, efectos a nivel de todo el planeta.Los efectos económicos que produce la corriente de El Niño se aprecian de forma especial en la zona costera occidental del Pacífico. En esas zonas de aguas frías se encuentran grandes bancos de peces, que son explotados con fines comerciales, y que son la base de la alimentación de las aves marinas cuyo guano constituye un importante componente de la industria de abonos.Pero ocurre, como ya vimos, que durante el fenómeno de El Niño una capa de agua caliente y pobre en nutrientes de procedencia occidental cubre las aguas costeras orientales ricas en nutrientes. Los peces y aves marinas mueren o emigran buscando un área con mayor alimentación, lo que repercute en las economías de la región.

Los índices de mortalidad de los últimos años presentan grandes pérdidas, tanto humanas como de orden natural que, poco a poco, han ido limitando y destruyendo los recursos del mundo que nos rodea. Los grandes avances tecnológicos y la creación de métodos de prevención y predicción, no han podido evitar que la vida siga su curso, y así la principal causa de la mortalidad en la Tierra es la provocada por huracanes, terremotos, inundaciones, sequías y otros fenómenos naturales, que a su vez son agravados por efectos como “El Niño” y “La Niña”. También la presión humana sobre el entorno se ha duplicado en los últimos 100 años tras el aumento de la población mundial, creciendo el peligro para nosotros: se han edificado y ocupado zonas inundables e incluso áreas de peligro, como laderas de volcanes y zonas sísmicas activas. Un ejemplo es el ocurrido en el año 1998, el año de El Niño, época en la que los desastres naturales se han ido sucediendo uno tras otro, al tiempo que la alerta sobre la posibilidad de un cambio climático que ya pudiera estar manifestándose, se extiende entre los conocedores del tema. Esta catástrofe supuso además de muertes, una disminución de la pesca que afectó a gran parte de la población que se alimentaba de ella. Una vez más son las zonas del Tercer Mundo, como Perú, Bolivia y Ecuador, las más afectadas por estos fenómenos que limitan nuevamente sus posibilidades para el desarrollo, ya entorpecidas por el excesivo poder de las principales potencias mundiales. Estas potencias en masa, preocupadas únicamente por adquirir el máximo poder, imponen su política capitalista y cierran las puertas a la realidad: el caos surgido del desequilibrio económico mundial que nos llevará a nuestra propia destrucción. Todos estos fenómenos de la naturaleza continuarán sucediendo y la única manera de disminuir sus efectos sobre la sociedad es predecirlos, evitando la construcción innecesaria en lugares peligrosos, y tener la suficiente capacidad para actuar en caso de peligro, aumentando, por ejemplo, los sistemas de seguridad. Esto supone colaborar y prestar ayuda a aquellos países que carezcan de recursos para hacer frente a estas situaciones catastróficas. Para ello es preciso también que nuestra sociedad se preocupe por el futuro, y los más de 16000 muertos en Centroamérica son otras de tantas razones para concienciarnos de que la Tierra es una unidad que afecta a todos por igual. Tal vez, en un futuro, los adelantos y nuevas tecnologías nos permitan vivir en este mundo sin tener que cuidar de él ni preocuparnos de lo mucho que lo dañamos, pero hoy en día, sólo con nuestra colaboración podremos mantener la fuente de la vida que supone para nosotros el Planeta Azul.

Clima del siglo XXI

Informes de diversas instituciones y organismo internacionales, encargados de estudiar los cambios de atmósfera y de la tierra, aseguran que los habitantes del nuevo milenio conocerán grandes transformaciones en el medio ambiente, y que sufrirán las consecuencias de las acciones que, en contra de la naturaleza, se han acometido en este siglo que finaliza.

Cuando se realizó la Cumbre de la Tierra, en junio de 1997, los observadores presentaron resultados alarmantes de sus estudios. La Asamblea aprobó el desempeño de la comunidad internacional sobre ese asunto en el quinquenio que media entre la I Cumbre de Río de Janeiro y la Cumbre de Nueva York. En esa cita, 173 países firmaron un acuerdo de urgencia para salvar el planeta de la catástrofe, pero, como muchas otras acciones diplomáticas, fracasó por las dificultades que se presentaron en la búsqueda del consenso entre los países ricos y pobres, para lograr reunir los recursos para financiar el desarrollo de políticas acordes a ese fin.

En Río hubo un compromiso de los países industrializados para destinar 0.7 % de su PIB para ayudar al desarrollo. Esa promesa también fue incumplida, con el agravante que esas naciones disminuyeron la inversión en más de un 40 % hasta la fecha.Los preocupados por el medio ambiente vimos como la Cumbre de Río terminó con euforia, mientras que la de Nueva York dejó un sentimiento de disgusto y escepticismo en quienes han observado la actitud de la comunidad internacional frente al problema más grave que enfrenta el mundo en los albores del tercer milenio.

Los líderes políticos del plantea tienen en sus manos un estudio, elaborados por más de 500 científicos, en su mayoría Premios Nobel, según el cual, se hace urgentemente necesario actuar, de inmediato, para prevenir las consecuencias devastadoras del calentamiento de la tierra inducido por el hombre.

El Protocolo de Kioto es claro en ese sentido: el calentamiento global del plantea es un hecho. De ello, es principal causa la utilización excesiva de combustible fósil. Se considera en la declaración firmada en Japón por más de 63 países que el cambio climático hará subir el nivel del mar; provocará lluvias inclementes, inundaciones, sequías, y en consecuencia, peligrará la salud humana. El cambio climático exacerbará la falta de alimentos, con lo que aumentará la hambruna y la desnutrición. Aumentará el ritmo de desaparición de las especies, especialmente los ecosistemas vulnerables. La destrucción continuadas de los bosques hará disminuir la capacidad natural del medio ambiente para almacenar carbono y en consecuencia, aumentará el calentamiento en la tierra.

Los hechos demuestran que a pesar del peligro existente y de las amenazas que han hecho los expertos, no existe sensibilidad entre los hombre que tienen el poder de decisión para ejecutar las políticas preventivas. . Aun cuando se llegó a un acuerdo para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, las discusiones sobre el tema fueron dramáticas y los compromisos limitados. Existe un acuerdo, firmado por 39 países, que se comprometen a reducir las emisiones de gases en un 5,2 por ciento respecto a los niveles de 1990 y 1995, cosa que ocurrirá entre 2008 y el 2010. Para ello, se fijaron cuotas de reducción por regiones y países, pero las mismas han sido incumplidas por los países, especialmente, por los Estados Unidos. El último evento ambiental de este siglo, Expo Lisboa, la comunidad internacional volvió a reflexionar sobre el grave problema que enfrentan los mares, pero ningún cambio de actitud de ha manifestado hasta ahora.

Los ecologistas anuncian una gran tragedia. En el siglo XX se han enviado más gases a la atmósfera que en toda la historia anterior del hombre. Estiman que la atmósfera está enloqueciendo, entre otras cosas, por la concentración en las grandes ciudades y el tráfico que esto implica.

Mientras se debaten las consecuencias futuras de lo que ocurre en el planeta con su clima, en una ciudad como México, respirar aire contaminado equivale a fumar dos cajetillas diarias de cigarros; en España, un país con bajo índice de emisiones tóxicas tiene un tráfico que provoca la tercera parte de las emisiones tóxicas. En Caracas, nadie estudia el problema y el tráfico sigue creciendo.

Ya se han empezado a ver los cambios climáticos: México le robó las nevadas a Canadá. Mientras Guadalajara y León se cubrían con la nieve, los canadienses vivían temperaturas de diez grados de calentamiento a lo habitual. La Amazonia ardió el fuego, el Niño ocasionó grandes sequías e inundaciones en buena parte del planeta.

La organización Mundial de Meteorología llama la atención sobre el riesgo de una grave crisis de agua dulce, a la vez que sigue la explosión demográfica, el aumento de la contaminación. Mientras disminuye el agua, las temperaturas aumentan gracias a los cambios y alteraciones del sol.Todos los fenómenos que estamos observando sugieren que los posibles reacomodos del sistema puedan producir variaciones que están más allá de la acción oportuna y la voluntad del hombre.La recuperación del planeta es urgente y necesaria. Y por lo inmediato de la solución, los habitantes del mundo debemos crear una consciencia conservacionista. Nunca es tarde para empezar.


No hay comentarios: